Le temo a la calma.
Le temo a la plenitud,
a la tranquilidad mediocre,
al cese del miedo,
y la energía, y la presión.
Le temo al final del camino.
Porque lo que yo quiero,
es caminar.
Le temo al amor que me abraza,
o es acaso al dolor que me seduce?
Le temo a la sonrisa que me comprende,
a la mirada que me nutre,
a las manos que me alcanzan.
Le temo a ser amada, correspondida,
atendida, derrochada.
Le temo a la chorreadez del temor,
al miedo que es líquido y recorre mi espalda.
Le temo a la vida con poca muerte.
A la muerte sin vida.
Al final del dolor.
Me temo a mi misma.
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