10.5.12

En mi mochila tengo un libro escrito en francés, que cuenta sobre Edipo
Y sobre Yocasta. Y no sé que más dice, porque yo no entiendo el francés.
No es mío el libro, lo compré para un fantasma sin saber que era un fantasma.
Para que me cuente, para que me lea,
lo que ahora ya no vamos a saber qué dice.
Tengo en el fondo de un cajón una cajita musical,
con dientecitos de acero y un cilindro de metal en el centro,
sostenido a través de un extraño mecanismo diminuto que da a una diminuta manijita,
que la manijita lleva en la punta una esfera roja que podes tomar con los dedos,
y girar, y entonces nace música hermosa, nace parís en melodía, nace la vie en rose.
No es mía la cajita, cuando la vi ya no era mía,
es de un fantasma a quien yo no sabía fantasma, pero ya no está.
Tengo una mesa llena de fichas, de fotografías, de recuerdos,
tengo la síntesis hecha y casi terminada, pero nunca la voy a terminar, pero no importa.
Tengo las cosas buenas, tengo las cosas felices, tengo todo lo que fuí y dejé de ser y qué genial,
tengo memoria de amar mi cuerpo!!! gracias a ella,
de amar la lluvia, de amar la gran ciudad,
de amar mi cuerpo! y qué genial.
Cine oriental, omelettes con arvejas,
un trozo de página de Crimen y Castigo,
la remera de nothing hill,
Cass, Dream Come True, bla bla love.
Tengo los momentos de mierda,
tengo los olvidos, tengo las mentiras que fueron todos los silencios.
Tengo un trozo de servilleta en el que alguien escribía que me amaría para siempre, 
cliché tonto que yo creía, que qué lindo fue creer aún sabiendo que no era cierto.
Un libro de Edgar Allan Poe que en la puerta de entrada cuenta sobre mis hijos,
los hijos fantasmáticos que nunca tuve, la gata que desapareció casi al mismo tiempo,
la gata que aparece en mis sueños cuando sueño con los muertos.
Guardo la pelotita de hule de millones de colores,
(el cepillo de dientes de más que ya voló al basurero hace tiempo)
Un poema a medio terminar en mi escritorio,
de nunca estar solas? de nunca partir?
Algo así decía el cuento, no sé, ya no leo ese poema.
Tengo el día que lloré por algo que lastimaba a la persona que me abrazaba mientras lloraba que aún así me abrazaba mientras yo lloraba. Wau.
Tengo la conciencia de haber cometido errores, de haber trasncripto mil veces lo mismos fallados renglones.
Conciencia de mis caprichos, de lo que distorcioné, de lo que alargué, de lo que quebré.
De no haber sido entera, de no ser perfecta, de haber faltado, de haber muerto.
De dos años calendario que, juro, parecieron mucho menos.
La pancita de tiburón, el retrato del beso, los amantes sobre la ciudad,
el que sé que en otro país de otro cuerpo ya están siendo escritas notas que fantasean el amor eterno.
Mi cuerpo que nunca termino de ser su cuerpo pero que qué bien lo anhelaba.

Tengo todo esto pero nada de esto es completamente mío, ni tuyo.
Cuando hablo de esto ya no hablo de ella,
cuando pienso en ella ya no pienso en ella,
cuando la cruzo por la calle del brazo de quien sea,
ya no es ella. no es ella. y no sé si alguna vez lo fue.
Pero no es ella. 
Y realmente no importa, de verdad, no importa,
porque el amor que yo conocí lo tengo conmigo, aunque no sea mío,
porque jamás conocí amor como ese, 
porque a nadie amaré de esa forma extraña y siempre nueva,
forma de mierda, forma de amor.
Porque jamás dudaría de que fue.
De que fue. Amor.
Y con amor es lo último que digo,
Mi amor fantasma.
Adios mi amor.

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