5.8.12

Tuve que hacer un camino de vuelta a un lugar en el que nunca estuve
tuve que olvidar fechas de cumpleaños, letras de canciones, películas que Isat vuelve a pasar sin cesar
Dejé de comer huevo fritos a las 6 de la mañana,
dejé de oír los pasos desde el patio tras cada timbre que sonaba,
dejé que el polvo invadiera cada arista de cada recuerdo.

Como siempre pasa con aquellos monstruos a los que damos vida antes de pensar en que tendrán vida propia...
Tuve que dejar que pasara.

Por que mi fascinación se volvió enorme, inatrapable, incuestionable, y sobre todo: indomable.
Mi fascinación se volvió pasión por llamar su nombre en el vació.

Era rojo furioso, era azul como hielo, era agua (cada vez que escribo agua erro en la a que se convierte en s, todavía me pasa), no sé que era.
Pero ya no era más amor.

Y por eso tuve que dejar que se fuera.

 A veces creo que el amor sigue vivo aún olvidado.
 A veces siento que la única forma de no matarlo era dejándolo que duerma allí.

Yo tuve que empezar a remplazar cada recuerdo que volvía a mi,
a rechazar cada asociación con su ser y nuestra historia.
(Tuve que lavar mi memoria en arenas movedizas)

Cuando vuelvo sobre ese tiempo me es imposible no sentir que el libro entero de mi vida tiene un hueco gigante entre sus hojas, que lo atraviesa de tapa en tapa.
Se escribieron esos capítulos con letras de fuego... e incendiando ha quedado mi libro.

Pero no importa porque todo lo que se va regresa transformado y entonces ya no hay más pozos ni huecos ni hojas incendiadas en roja sangre.

Todo lo que se va vuelve (porque nada se pierde, todo se transforma)


Pero para volver, primero tiene que irse.

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